viernes, 25 de junio de 2010

El ritual del sofá

Hoy, tras un largo suplicio de oscuras noches de estudio, tedioso trabajo y, al parecer, poco éxito en nuestra empresa de seducción al sexo opuesto, hemos vuelto al terrado con un sexteto de Heineken.

Desempolvado el sofá, lo hemos retirado de su pequeño refugio contra la lluvia y encarado al paisaje urbano de Barcelona: antenas, ropa tendida y mucho sol. Cada uno se ha sentado instintivamente en el lugar que mejor se amoldaba a su trasero, ha cogido uno de los frascos verdes y ha dado un trago en riguroso silencio. Algunos se acomodaban cerrando los ojos y recostando la cabeza para que el radiante sol fuera más agradable todavía. Otros miraban al horizonte de azoteas con un brillo especial en los ojos y daban otro trago del elixir veraniego. Se asomaban algunas sonrisas, risas tímidas incluso, presagio de que, tras aquel ritual del sofá, empezaba de nuevo la época del dulce sudor en pieles saladas.

La época en la que abunda el buen tiempo, la buena cerveza, las buenas comidas seguidas de sus buenas siestas, los cuerpos tostados, los calcinados de los guiris, las risas, las fiestas seguidas de más siestas, las vistas, el mar…
La época en la que escasean los relojes, los horarios, las rutinas, las obligaciones seguidas de preocupaciones, las clases, los exámenes, los suspensos seguidos de más preocupaciones, el miedo, el frío, el café…

Pero no sin antes respetar la tradición de la cerveza y el sofá. Cuando todas las cervezas estuvieron vacías, el que estaba sentado en uno de los brazos del sofá abría el botellín restante, le daba un trago y rompía el silencio.

- ¿Qué os pasa mendigos? Sonreíd un poco que ya somos libres.- Acto seguido pasaba la cerveza a su derecha a modo de peculiar eucaristía.

El siguiente, daba un trago y sin dejar de mirar al frente decía:

- He aprobado cuatro de seis. Ah! Y, por cierto, lo de la Universidad es una gran mentira. Los tres pilares: Sexo, Drogas y Rock n’ Roll son sólo leyenda. Allí reina el house barato y las únicas drogas que he consumido son café y Red Bull.

Surgían algunas risas y a continuación la pregunta evidente:

- ¿Y el sexo?-

A lo que él contestaba con un sincero y decepcionado:- Nada…- Le daba otro trago, reíamos todos y le aplaudíamos después con algún que otro: ¡bravo!

Me había llegado la cerveza y era mi turno.

- Cinco de ocho aprobadas. También sequía de mujeres y aún no tengo dinero para vacaciones.- Daba un trago y pasaba la Heineken a la derecha.

- ¡Bravo!- Jaleaban y aplaudían cada vez con más fuerza.

- Cuatro de ocho aprobadas, ligamento anterior cruzado roto y esta escayola en la pierna durante tres meses que me jode el verano.

Despertaba algo de lástima entre nosotros y ninguno se atrevía a aplaudir en un silencio un poco incómodo pero ha sabido reaccionar rápido.

-Pero aunque esté lisiado… ¡tres mujeres!

Nosotros aplaudíamos más fuerte que nunca, reíamos y jaleábamos como gilipollas consiguiendo arrancarle una sonrisa.

Y, por último, nuestro ingenuo amigo canino que bebía sin parar nos obsequiaba con uno de sus característicos:

-¡Guau!-

Los aplausos y el descojone general han sido inevitables.

Después del breve resumen de cada uno hemos seguido hablando, riendo, mojando al perro y al “perro” de nuestro vecino y viendo atardecer Barcelona. Quizás este verano no sea el del anuncio de Estrella Damm; quizás no tenga veleros, islas paradisíacas, mujeres de ensueño ni fiestas increíbles. Sin embargo, con esta gente estoy bastante seguro de que éstas serán unas vacaciones para el recuerdo.

Nosotros lo solemos llamar (con permiso de la gran empresa verde): el verano Heineken.